domingo, 18 de enero de 2015

Etiopía, el país más rico del mundo

EL VIAJE QUE NO SE PUEDE CONTAR

Inexplicable es la palabra más adecuada para describir viajes como el que he hecho a Etiopía. África es de esos sitios que no se pueden contar, hay que ir.

Hemos tenido la suerte de estar viviendo en la capital del país, Addis Abeba, y también ir unos días a Gondar, una ciudad al norte de la capital, a unos 700 km (o sea, 2 días de viaje por las desarrolladas carreteras etíopes).

Tal y como nos cuentan las pelis y los libros, se puede decir que este continente es otro mundo (el tercero, ¿no?), que no tiene absolutamente nada que ver con nosotros. Es curioso porque toda la vida he creído (pobre ignorante de mí) que África está desesperadamente necesitada de Europa, cuando la realidad es que Europa está mucho más necesitada que el continente moreno de abajo. 




Me explico: es indiscutible que Etiopía es un país de pobreza extrema y en ese sentido necesita avances en prácticamente todos los campos, de manera que uno de los 800 pacientes de la casa de las Misioneras de la Caridad (por ejemplo) pueda tener la esperanza de curar su cáncer porque, al menos, pueda permitirse ir al hospital. Pero dejando de lado el sentido monetario, el país africano es infinitamente más rico que Europa. He visto gente que no tenía ni zapatos, ni ropa, ni esperanza de vida alguna, y a pesar de ello era feliz. He visto sonrisas de felicidad que no he visto aquí. Gente que aunque no tiene nada, tiene lo más importante: a Dios. Y eso les basta para estar contentos y considerarse afortunados por lo que tienen (que es bastante poco), así como por cada día de vida.

He visto gente a la que le quedaban escasos días de vida afrontar la muerte de manera pacífica y tranquila, como quien tiene la conciencia serena y está esperando que acabe el sufrimiento de esta vida porque tiene bien claro a dónde ir después a pasarlo pipa.

Me pregunto si todo el dinero y los caprichos que tenemos los occidentales nos servirán para terminar nuestra vida con esa serenidad. De corazón espero que podamos todos ir a Etiopía a contagiarnos del espíritu del país más rico del mundo.