sábado, 2 de noviembre de 2013

De Jovita, para Antonio


Cuánto quisiera volar a ti, amor. Cuánto quisiera abrazarte y sentir reposado tu latir. Cuánto quisiera agarrarte fuerte y, sin necesidad de soltar una palabra, preguntarles a tus ojos azules por qué, por qué tardo tanto en volver a verte.

Cuánto quisiera volver a dormirme otra vez en tu pecho. Lo demás no importaría, sólo cerrar los ojos sabiendo que no te vas, que ahí estás y vas a estar, que tus brazos me protegerían de cualquier dolor que este viejo corazón enfermo me pudiera causar. Cuán soportable sería entonces esta agonía, porque dolería y mataría como ahora lo hace, pero estando contigo sería distinto.

A veces noto que estás, pero sólo a veces... cuando cierro los ojos porque hasta mirar cansa, porque hasta la luz de la ventana duele, porque hasta abrir la boca para hablar parece imposible, es entonces cuando a veces siento que me coges la mano, me la aprietas fuerte y acercándote a mí me susurras que ya queda poco, que no pare de luchar. Noto por tu voz que sonríes, con esa sonrisa que sabes que me tranquiliza aunque todo vaya mal. La misma sonrisa que pusiste cuando nos enteramos de que tu tumor no se podía curar, ¿te acuerdas Antonio? Yo estaba aterrorizada, pero tú me mostrabas tu sonrisa sencilla y discreta y con eso bastaba: "No te preocupes Jovi, todo va a ir bien".

Cuánto quisiera que ya no doliera más. Cuánto querría poder abrir bien mis manos, poder enderezarme y no ladear, poder comer sola sin temblar, poder caminar de nuevo. Cuánto necesito que estés aquí. ¡Si pudiera abandonar esta cama, este extraño lugar y esta extraña gente e irme contigo...! No podrán decir que no he luchado como tú habrías querido, no podrán decir que me rendí. Fue demasiado duro que te fueras y mi cuerpo no pudo aguantarlo, desde entonces poco a poco he ido perdiendo movilidad, pero jamás dejé de luchar. Sufrí y te lloré hasta que no quedaron lágrimas. Estaba vacío tu sitio en casa y no lo podía entender. Los lugares estaban más solos. Ya no había nadie en la terraza escribiendo...

Aun así, me diste un poco más de fuerza: pude volver a sonreír, a disfrutar con esta gran familia que tenemos, incluso a andar con un poco de ayuda. Pero ya he cumplido Antonio y ahora necesito ir contigo, este sufrimiento ya ha sido suficiente.

A veces casi siento que me despierto en el sofá de casa y que ahí estás, haciendo tus pasatiempos en la terraza como siempre. Me oyes y entonces alzas la vista de la mesa, te quitas las gafas de cerca para verme bien y sonríes haciéndome entender que he estado demasiado tiempo durmiendo. 

Ya casi oigo las páginas de los pasatiempos y huelo el arroz en la cocina, ya casi puedo sentir que me despierto. Ya casi estoy ahí contigo... ya casi...

No hay comentarios:

Publicar un comentario